domingo, 22 de noviembre de 2009

COMUS Y LOS PELIGROS LIBERADORES DEL FOLK


Your minds analyse me, your eyes penetrate me
Illusions, confusions, I'm frightened, I'm helpless
Please leave me I long to be free
I long to be free
I lie alone unable to remember

(Roger Wootton, "The Prisoner")


El sueño seguía terminando a principios de los setenta en Inglaterra. El despertar, no obstante, distaba de ser traumático si se lo observaba con ojos focalizados sólo en el arte. La década anterior había expandido no sólo las percepciones, también había consolidado una nueva lengua franca (el rock) y universalizó los recursos improvisatorios del Jazz e hizo finalmente dialogar a la cultura masiva con las vanguardias y los folklores.

En este marco, las músicas experimentales y académicas servían para revitalizar el Rock y Pop que se agotaba en sí mismo. Y la música folk era un recurso más o menos venerable para legitimarse ante un público en este contexto de hibridización, gracias al recorte anacrónico e inofensivo del que no podía sustraerse. Cabía que se la citara con respeto, que se afirmara cualquier pretensión de autenticidad (léase: conservadurismo) acudiendo a sus formas y recursos. El llamado "rescate" del Folk no hacía más que incluir una lectura de resistencia, trocando temáticas delimitadas por proclamas de densidad política diversa.

Sin embargo, la música popular dejaba algunos espacios que la cultura masiva no podía asimilar para volverlos narrativa. En el caso del Folk, el límite era su corrupción desde adentro de su discursividad musical. En ese hueco se mete Comus, que surge casi de la nada y opta por sacar de lo verosímil cualquier idea previa a la hora de abordar un disco de Folk. Su debut, First Utterance, aparece en 1971 y tiene una pésima recepción masiva. El filtro de los críticos opera con rigor y se encarga de forzar comparaciones impertinentes (Rock, Glam) para descalificar su irreverencia. Así, pocos oídos llegan a su propuesta, de por sí poco convencional pero altamente gratificante si se saltan las influencias prescriptivas de los manuales de apreciación musical.

Pero First Utterance es un disco seminal. En él Comus vuelve un manifiesto la resistencia a lo estático. Cualquier apelación al status-quo necesita de una fundamentación que lo legitime y que sea asequible a él. La visión de la música folk (y de la cultura popular en general) como un tipo ideal, un marco delimitado de referencia, es una herramienta poderosísima para defender la máscara de naturalidad que todo orden pretende para sí. En este caso, el folk no puede ser disonante, no puede experimentar, no debe desviarse del costumbrismo ni abrevar en fuentes históricas. Un instrumento de legitimación más se perdería si se permitiera esta contaminación.

Comus no subvierte con el volumen ni el desafío en las letras solamente, sino mediante las formas. Son incomparablemente blasfemos a las sagradas imágenes del folk, pasando por sus letras el desenfreno, alienación, locura, paranoia, condenas irredentas, la violación, la naturaleza idealizada es aquí un lugar peligroso lleno de criaturas primitivas y perversión (se vuelve inevitable la analogía con la civilización). Musicalmente, introducen variantes climáticas ominosas en un género en el que todo debía ser narrativa. Pasan por voces gritadas adornadas con coros femeninos burlones, percusiones, violines y una asombrosa cantidad de arreglos acústicos. Suben la intensidad con secciones de violines, solos de flauta y punteos acústicos que no suelen derivar en escalas. Aparece la disonancia en momentos de predominancia percusiva y generan momentos que, a falta de mejor adjetivo, podrían describirse como tribales. La impresión general es que esa amable forma musical que es el Folk se va a desmadrar en cualquier momento. Lo que nos llama a vencer la confusión para asumir que la música popular es algo vivo, y más peligrosa cuanto más venerable y bucólica la consideramos. Puede que la sensación luego de escuchar First Utterance sea de fascinación, curiosidad y desconcierto a la vez, lo que bien haría justicia a su motivación iconoclasta.

Sólo un recorte reaccionario puede ver en la música popular el consuelo perpetuo como marca de valor. En un mundo compartimentado, en el que el poder invade territorios y discursos, es irrespetuoso asociar lo popular con el anacronismo o el comentario. Una percepción honesta no puede más que ponderar el cambio, el choque, el desafío. Comus es consciente del momento en el que celebra su existencia (previsiblemente efímera) se revela y paga con la descalificación y la ignorancia la claridad de su concepción. No es justo llamarlos visionarios si se traza una analogía entre su música y las disrupciuones que operarían en el mundo, tampoco meros transgresores. El regreso en estos años a los escenarios es una anécdota amigable; su influencia en grupos que quieren decir cosas mediante la expansión de los márgenes de la música popular cuenta como el legado decisivo.

1 comentario:

juanjo blasco panama dijo...

Ominiosos cuando menos, Comus da una voltereta a todo lo tipificado como "folk" y se adentra en el bosque. Es correcta la apreciación de que en el bosque hay criaturas, danzas y sonidos muy, muy inquietantes. Un grupo para descubrir y cercanísimo a la literatura céltica pagana de un Arthur Machen. Por cierto, su nueva reunión desde el 2008 parece que les está dando lo que las críticas "First Utterance" (1971) no les dio. El tema "Out of the coma" brilla en la oscuridad.