jueves, 20 de agosto de 2009

HENRY COW: LA ACCIÓN Y LA FORMA.

If we live, we live to tread on dead kings
Or else we'll work to live to buy the things we multiply
Until they fill the ordered universe.

(Tim Hodgkinson, “Nine Funerals of the Citizen King”)



Henry Cow ha sido el más radical y experimental de los grupos que constituyeron el colectivo R.I.O. original. Cuatro discos de estudio entre 1973 y 1979: LegEnd, In Praise of Learning (yuxtapuesto con Slapp Happy), Unrest y Western Culture, un disco en vivo doble (Concerts) y una monumental caja de diez CDs con actuaciones, de reciente edición, forman su discografía oficial.

Chris Cutler, Fred Frith y Tim Hodgkinson fueron los miembros permanentes; John Greaves, Geoff Leigh y Peter Blegvad se alternan en la columna creativa. Dagmar Krause aporta con su voz incisiva, destemplada en “Western Culture” y define a In Praise of Learning (el disco más politizado líricamente) Allí se luce en la extensa “Living in the Heart of the Beast”, un manifiesto activo contra el servilismo y la opresión del consumo (lo ajeno al hombre).

Henry Cow era un grupo “en vivo”. Allí los músicos desplegaban su arte. El compromiso político trasciende la denuncia lírica: su obra es desafiante en la acción. Mantienen la misma cantidad de hombres y mujeres en la banda y su comitiva, sin escalafones para repartir las tareas. Prefieren tocar antes que grabar, terminar los temas en conjunto, improvisar horizontalmente y cuestionar los límites de los estilos, respetando la capacidad re-significativa del público. El registro discográfico es una mera referencia, a veces ni siquiera tenida en cuenta.

Tocaron durante 8 años con diversas formaciones e invitados. Participaron en colectivos artísticos y festivales autogestionados. Entre ellos “Rock In Opposition” fue el más exitoso (excepto en lo económico). R.I.O. trascendió su organización como cooperativa de bandas. Pasó a ser una referencia en el acercamiento a la experimentación y, para algunos, un sub-género del rock progresivo.

Puede parecer un lugar común, pero definir lo que hacen es casi imposible. Cruzan por ellos la experimentación, la mezcla de géneros populares, académicos y vanguardistas. No es rock progresivo, no es pop, no es folklore; tampoco música contemporánea ni rock de cámara. Pero elementos distintivos de estas tradiciones son reconocibles. Los géneros populares y las técnicas modernistas están mezclados en sus temas. Unas veces, improvisación y composición se reconocen; otras chocan con pasajes aleatorios, ruidos, silencio, distorsión y demás procedimientos ajenos a los géneros masivos.

De la experimentación contemporánea toman la aleatoriedad y el ruido como continuación no tan ilógica de la melodía y el silencio. El free jazz aporta la improvisación colectiva (en el estudio, pero sobre todo en vivo). En cuanto al Rock, es la música popular recorrida desde lo masivo hacia lo experimental para que vuelva a ser “lo que se opone”. De vez en cuando es también el esqueleto de las canciones, y siempre la forma que permite la realización colectiva de la obra.

También fueron innovadores en las ejecuciones y formas. La batería de Chris Cutler aparece como contrapunto, acentuando y disuadiendo de buscar compases regulares en los temas. Voces no afinadas. Guitarras distorsionadas, “preparadas” por Fred Frith. Vientos varios (contribución de Geoff Leigh), instrumentos de juguete, radios y juegos constantes con la amplificación (acoples, reverberancias y sonidos extendidos).

Hasta aquí los hechos e intenciones. El resultado es a veces errático, pero mayoritaria (y simultáneamente) excitante. Los discos y actuaciones de Henry Cow no terminan de definirse. Se mueven entre lo que descarta la música académica (improvisación, fusión, sonidos y ejecuciones ajenos a la notación) y todo lo impredecible que no puede asimilar el pop.

Así, la música de Henry Cow es, a primera oída, caótica: el ataque de provocadores sin norte. Pero una escucha atenta no sólo nos lleva al disfrute. También muestra a un grupo frágil por la solidez de sus principios, y de una modernidad indiscutible. Claro que el sentido que los caracteriza es inasequible en la mera forma de obra. Más bien, se puede acceder a él como negación, en tanto resistencia a las asimilaciones y asfixia de la sociedad mercantilista y de la música resultante de ella. ¿Puede ser amigable una música que denuncia el presente? La respuesta queda suspendida. La clausura de la tensión llega luego, al salir a la calle y constatar que el arte bien puede ser estimulante como un todo que no es autónomo, que no se separa de la experiencia vital del hombre y que acota, resiste, impugna, pero no puede ni debe permitirse un lenguaje hipócrita.

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